
desbocaron la ira de las sombras.
Sumida en el sexo,
sólo leía las revistas santeras.
La boca divina,
en las puertas del amor.
Vencido por resentimientos
el hombre seguia escuchando
en la cama permuta
un colchón del tiempo
piso extremo del angulo
sus dedos mulatos
acarician la partida.
Te amo, te quiero,
surgió en la confianza
en el piso del frente:
la mano en el cuerpo
trabajan la hipoteca.
Dos manos en la baranda de la escalera
los zapatos blancos
en la barriga los tatuajes de sus dioses.
Los pechos diferencian la cama,
pudo dormir con sus deseos.