Después de un largo día no quería hablar.
Vino a decirme que ya no aguantaba más y todo había terminado.
A pesar de todo el sol dejó dormir y vinieron a visitarme por el asunto de unos zapatos encargado por la red.
Los nervios por las altas temperaturas terminaron acechando la habitación y los mosquitos moviéndose por el techo y pasándose por las barandas del lecho de hierro por fin pude matar uno.
Podría recordar el tema de los ladrones que saltan la pared que colinda con la del vecino.
Quizás el alambre de púas que rodea el patio un día de estos los alejen.
Ha llovido más de cuarenta veces y el goteo produce en mi una congoja en su movimiento ha crecido en mis pensamientos como una obsesión compulsiva.
Finalmente la llamaré si mi autosuficiencia permite amar sus caprichos dentro de éste poema.