miércoles, 5 de septiembre de 2018

Carlota, 1928.

Chalán pisó las hojas,
la guerra, el hábitat.
Ahí se encuentra mi abuela
en el cementerio, época de otoño.

Sentir el odio, el amor
los pasos que me llevan a
las tumbas, sus olores alfabéticos
sin epitafio. Carlota.

La tía cuenta las últimas
quimioterapias en la ciudad.
Yo observo el árbol de naranjo,
el col del vecino,
los girasoles que cortaron.
Y el perro que recorre el pueblo.

CarlotaNo pudo con los ahorros
comprar aquella casa
cerca del cementerio.
Ahora hay que esperar
 la pensión y volver
quizás pueda mirar todos los crepúsculos.

Carlota me lleva a su huerta
cuando mi madre iba al pueblo.
Los melones sabían a tabaco
ese olor duro toda la vida,
impregnado en mi alma.
Ahora lo recuerdo como aquel día
que fui al cementerio.

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