
La ansiedad esquizofrénica le hace romper el colchón y se traga la pastilla y la deja en la lengua. En la clínica psiquiátrica, se pudo masturbar.
El
muerto lo persigue y lo somete al vaivén de la existencia. En el primer piso
todos con camisa de fuerza charlan del partido de huracán y la estrella roja.
El loco se fuma el
apocalipsis en su estado normal, leyó el versículo de los grandes reinos y la
bajada segunda de la divinidad.
Pudo leer sin compulsión de erudito. Malparidos
de pacotillas- decía--. Sólo cogió un pedazo de papel higiénico y se
lo sobó en los miembros, cagó a medio lado, por la obsesión de no sentarse por
los virus y los pedazos de cerebros de los enfermos demoníacos, del último
piso.
Lo mató en la habitación 111. Rezó un padre nuestro en la boca de la
letrina. En agosto de ese año los acontecimientos atormentaron su alma.
Era hora de ir a la judicatura, el grado de leyes. Un caso en los expedientes radicado con el número
0000001, en las esquinas polvorientas del juez. Abrir y cerrar la inteligencia lógica.
La muerte en la curva
del diablo, accidente provocado. Quería morir en la vía de los miuras, Precluyó.
Lleva meses pensado como vengar su
muerte.