Quizás invade el borde continental
de su pelo.
Sumisión de ofrendas en
el declinar de la noche.
Angulos ocultos sin
estrellas, de un suelo fértil,
por unas pisadas
extrañas de tu olfato.
Vicios de otros rincones,
enfermedades en un país de mala muerte.
Otros mundos de unas
canciones ruidosas,
besan tu piel de un patio sin dueño.
La sangre cubre tu
rostro,
cuelgan los deseos en el
estribo de sus barcas,
en el acoso de la rendición.
Mientras unos senos melancólicos,
trasciende la orilla de
lo perverso.