Los libros de esos tiempos me enseñaron a refugiarme en si mismo. Estaba la conexión entre el lector y esa voz sutil que entre páginas concientizaba cada movimiento existencial de mi ser.
Tenía que pagar en si mismo las consecuencias históricas y hasta hereditaria de la personalidad decrépita del pasado.
Sumirse en el ideal de la muerte. Encarnar en el sufrimiento el inventario paso a paso de nuestra miserable y cautivadora vida.
Continuar hacia la verdadera transformación de lo que no se debe cambiar. Sólo vivir normalizado cantar las oraciones en la fraternidad del amor sintiendo en el ser la evolucióne mditativa de la conciencia.
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