martes, 5 de febrero de 2019

Dracoba en los Valles Juno

Pensar en esa cama. Los objetos que lo conforman, la belleza de sus sabanas, la frescura del amanecer que penetra por la ventana. El amplio salón, la majestuosidad de su entorno; el cuadro de un niño, el poema descrito en una cartulina, una poesía, el día de la madre. Los años de una foto despedazada en el rincón del escaparate; un gran tumulto de sillas formando una letra. Debajo de la cama un cordón del zapato y un preservativo usado inclinado en la pata trasera, que da un aspecto macabro. Parece un patíbulo de los pistoleros del viejo oeste; la habitación es calma, en medio del bullicio de las niñas que juegan en el pasillo a la princesa. Dracoba de los Valles Juno, lo escucho rítmico, una pausa donde el grito máximo es: hijueputas pelás no dejan dormir. Así prosigue la mañana los sonidos de los trabajadores con sus palas y picos; moldean la nueva avenida con sus amplios andenes y árboles que florecen en medio del invierno, que se acerca con lluvias que salpican el alma de cada habitante esperanzado con el pacto del progreso.

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