caíste
en el patio con tus ojos fardos.
Oh,
gato místico de tejados huecos.
Jerarca
de una manada de felinos,
superiores
a los hombres.
Tu
muerte trágica y silenciosa
entristeció
el ambiente, las flores se marchitaron.
La
clorofila de las verdolagas se regó en lagrimas por
todo el cuadro del patio.
Aún los pájaros con sus melodías
matutinas
dejaron de cantar.
No
bastó acariciar y sentir el dolor.
El
yermo violento del hombre fue más poderoso, aniquilante en la armonía de tu esqueleto.
Mientras
morías entre los naranjos que florecen entre papayos de invierno,
las
hormigas daban por sentado tu funeral finito.
Quizás
la luna y esos dioses desconocidos te den la paz en los lugares insólitos del universo.
Impregnado
de noches sonámbulas en orgías eternas.