Quería verlo de cerca,
nunca detenerlo.
Se había esfumado en el finito
de las olas.
El sufrimiento de la existencia
las orillas de la tétrica manía.
Aquí entre las escolleras, divino atardecer.
En el horizonte el dolor
y esa alegría de un arlequín anónimo.
Ahí surge medusa y quiebra el silencio...