En el quehacer de la rutina vagan veintisiete horas en rotación.
Dentro de la desnudez grita dónde estoy, los cuerpos entrelazados se besan sabiamente en el universo.
Entonces en el unicornio de las apariencias somos felices, la presión muestra los cálculos matemáticos uno más uno tres se fusiona sin invadir el espacio cósmico.
Los centros finitos intimidan el tiempo los relojes que suenan en la voz de los platos y pocillos junto al fregadero.
Los orgasmos vuelan en sentido opuesto a los orificios del placer.
Ahí comprendemos la cuádrupe de la desnudez.
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