domingo, 2 de julio de 2017


 Las lluvias de octubre acrecentaron las inundaciones. Los habitantes de Mandrila  sucumbieron en lagrimas,  por las corrientes descomunales, que provenían de la parte alta de los terrenos de la refinería. Se veían  los burros patas arriba rebuznando, los perros ladraban a sus amos,  Las gallinas torpes en sus  vuelos graznaban, los corotos se perdían  en las profundidades de las  aguas, llevándose de  paso  los arboles que se desprendían de las  raíces  partiéndose en pedazos.  Los habitantes de la población pidieron ayuda a la compañía y   Míster Vernon solo  se pronuncio con una frase: << “denles de la cuenta de caja menor los auxilios, a estos desarrapados y desalójelos pronto del área”>>, fue una orden al instante. Ya las lluvias, a través de las inundaciones, había hecho su efecto y  las gentes era una circunstancia ajena del trabajo,  que se venía haciendo dentro de las instalaciones. Todo se olvido en los días subsiguientes, normalizaron el acceso de los carros que se estacionaban en los playones de la entrada de la expansión petrolera.

Para  finales de diciembre. Los gringos, y los distintos extranjeros, se fueron de  vacaciones a sus  países.  Los  nativos quedaban cumpliendo los turnos. Las palabras  siempre terminaban : <<“¡estos cara de monda, solo quieren ganarse el sueldo, a punta  de holgazanería y huelga!”>>. Que se queden aquí, cuidando nuestras pertenecías – Siempre expresaba –Míster Vernon. Ya que la jerga  nativa era  fácil  de interpretar. 

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