Las
lluvias de octubre acrecentaron las inundaciones. Los habitantes de
Mandrila sucumbieron en lagrimas, por las corrientes descomunales, que provenían
de la parte alta de los terrenos de la refinería. Se veían los burros patas arriba rebuznando, los perros
ladraban a sus amos, Las gallinas torpes
en sus vuelos graznaban, los corotos se
perdían en las profundidades de las aguas, llevándose de paso los arboles
que se desprendían de las raíces partiéndose en pedazos. Los habitantes
de la población pidieron ayuda a la compañía y Míster
Vernon solo se pronuncio con una frase: <<
“denles de la cuenta de caja menor los auxilios, a estos desarrapados y
desalójelos pronto del área”>>, fue una orden al instante. Ya las lluvias,
a través de las inundaciones, había hecho su efecto y las gentes era una circunstancia ajena del
trabajo, que se venía haciendo dentro de
las instalaciones. Todo se olvido en los días subsiguientes, normalizaron el
acceso de los carros que se estacionaban en los playones de la entrada de la
expansión petrolera.
Para
finales de diciembre. Los gringos, y los distintos extranjeros, se fueron de vacaciones a sus países. Los nativos quedaban cumpliendo los turnos. Las
palabras siempre terminaban : <<“¡estos
cara de monda, solo quieren ganarse el sueldo, a punta de holgazanería y huelga!”>>. Que se
queden aquí, cuidando nuestras pertenecías – Siempre expresaba –Míster Vernon. Ya
que la jerga nativa era fácil de interpretar.
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