Estamos en la clínica el nerviosismo es una forma de aplazar el temor para los cobardes. En el recodo bullicioso de los instrumentos de cirugía. El ambiente rígido humanizado ilumina el corazón de estos seres anónimos que han llegado al lugar de la carnicería. Ya la excusa presume el machismo de una enfermedad irreversible. En este recinto todos los miedos devoran la conciencia y en esa continuidad de los sentidos huecos y un pensamiento en blanco al entrar a la sala de cirugía. Allí los médicos especialistas charlan en el acontecer de sus términos técnicos inclinado en sus peroratas científicas. En ese devenir el alma del recinto se torna rígido, ellos están acostumbrado a reír bajo sus charlas jocosas y llenas de dobles intenciones. La preparación hacia la próstata, que es el punto envenenado de la glándula uretral por qué lo estripa y lo condena al encerramiento del líquido milagroso de la vida. Quedan dormidas las extremidades inferiores en el mismo instante en que la sacra, es inyectada. Allí proceden la limpieza de milímetros y segundos de unas manos que desafían la perfección fisiológica de la divinidad creadora del movimiento de cada parte viril del ser.
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