Bordeando la calle fui hasta el hospital de ese año bisiesto, mojada en lágrimas. Pero llegaste como una filantrópica envuelta en ropajes y unos tacones que, te llegaban a la modernidad. Ese día fue especial porque te mantuviste atada al ferétro sumisa por el amor maternal. Tras historia y caminos polvorientos fue conducida a su pueblo entre montañas que se perdían en la guerra. Y nuevamente fue enterrada bajo el árbol desconocido. Anduvimos vagando montados en chalanes, en iracunda timidez de lluvias. Pero llegamos a la verdad incomprensible de la muerte. En aquel hospital sellaste el destino en pavimentadas ciudades: de largo río, igual agonizando en el fondo del mar. Putrefacción en el pensamiento, la lucha por encontrarnos. Entonces el bulevar también dio con el destino de aquel retrato de tu infancia. Aún se halla, por el caos infinito, de los recuerdos.
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