El pueblo se ha levantado de las briznas de abril.
El silencio de los finos arroyuelos descienden hasta los confines de la miseria.
Unos vecinos charlan tal vez quien fue Simón y porque murió de tuberculosis, o porque todos siguen crujiendo en la plaza a un paso de la alcaldía.
Más allá en el fondo de las colinas la protesta asociaban unas talanqueras con la esclavitud.
Otros en la mudanza de las conciencias vociferan abajo el muro de Berlín.
Aquí en el dormitorio los libros
han sido pisoteados por la ignorancia.
Sólo he dispuesto leer la penúltima página de Madame Bovary que dice:
Vamos papá dijo la niña, murió aquel mismo año.
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