miércoles, 6 de enero de 2016

Todo Aquello

 Las  manos adormecen las noches en  caminos  de abruptas  alegrías, oran en los silencios de los yogas. Cuando la mujer en el jagüey  reposa  sus nalgas, y los perros mueren en su vientre, aquellos  mangos de inviernos de esa  fértil  tierra, y  todos   miraron por el espejo de sus bellos rostros.

En tal condición aman la guitarra en el tatuaje de un antiguo ángel.  Y, la espalda de Sol Atenea, símbolo de puntuados ojos,  acaricia las horas de majestuosos sucesos. El suelo de acres olores, penetran en ellas, desbastan los enigmas que procreaban la sensación migratoria. Allá entre la burguesía de las cosas, los arboles daban frutos; ellas cocían sus ramajes en los delicados meñiques de los pájaros;  el gato dormía  en los colchones del segundo piso.

Entonces sus ombligos:  Interpretan el rito de  Quitumbe. Y  la niña  con sus palabras atendía el enfermo. Las medias salen de los baúles, el rocío  espanta  la oscuridad.  Y sus pieles  de  divas se  confundían  con  los  objetos  que yacen en las paredes calizas.

Las aguas se derraman en el libro de Krsna. Las tasas vaporosas,  llegan a las palmas. Ellas juguetean en las camas, las cabelleras significan la permanencia de los seres en la tierra. Los poemas de los espíritus alegran  los corazones y sus sonrisas fueron eternas  y  la  madre y  sus ojos  penetran las líneas de una tarde de árboles frondosos. Hizo una pregunta se quedo  en la piedra de su soledad obligada.

Al final los besos se multiplicaron. Todo aquello,  con las  luciérnagas  quebró  la intimidad de la noche. Con semejante belleza en movimiento  abrazan  la curva, los peladeros, las hormigas, cruzan  los nidos de un lado a otro de los linderos,  sus cuerpos desnudos aprietan  el tiempo. La tentativa de sus pieles se abrevió   en un  <<¡ todo bien!>>  de sus animadas bocas.  

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