Estas últimas semanas se me hecho difícil de escribir. El escritor es un símbolo vano, que no traspasa
mis emociones. Escribo en la mediocridad decadente de las paredes
de la habitación; la fuerza de mis costumbres queda sumida un rol inútil en el ajedrez del tiempo. La edad, los años, el miedo, el poder de lo que no se ve, es más intenso y persuasivo en las mañas intrínsecas de las horas. Horario burdo en la concesión efímera de ver el mundo. Soy un sujeto indefenso, las normas que nos conduce al vacio, a la locura de una inadaptación peligrosa; en las laderas plausibles de la sociedad. Esta historia de los insomnios, me empuja al abismo, de unos sueños perverso, en el éxtasis inevitable de la fantasía.
de la habitación; la fuerza de mis costumbres queda sumida un rol inútil en el ajedrez del tiempo. La edad, los años, el miedo, el poder de lo que no se ve, es más intenso y persuasivo en las mañas intrínsecas de las horas. Horario burdo en la concesión efímera de ver el mundo. Soy un sujeto indefenso, las normas que nos conduce al vacio, a la locura de una inadaptación peligrosa; en las laderas plausibles de la sociedad. Esta historia de los insomnios, me empuja al abismo, de unos sueños perverso, en el éxtasis inevitable de la fantasía.
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