El crepúsculo llega con la lluvia.
Mi madre en un rincón de la columna observa la calle y la gente, van a misa
pese a la pandemia, pocos irán al parque comerán un helado y volverán a casa.
Aún espera a mi padre como todos los domingos en la terraza. Salía y con la bulla característica auyentaba el dolor de la tarde, pero había una tristeza en su rostro.
La transformación de la muerte sin una tumba y un nombre deja la melancolía de la ausencia.
Este ritual al viento y un polvillo sin rumbo deja una profunda meditación lo que debe ser un recuerdo.
La incineración si sentido, sin una respuesta a nuestras creencias ancestrales.
Todavía en las tardes se escucha una canción en la sala. Y en la ventana un frío tenebroso ronda la casa con su alegría.
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