La utopía de mi existencia estaba en la revolución que se llevaría y transformaría este Estado en un país amplio de igualdad justicia una ley de abundancia en ideas impregnada en esos caudillos de gran coraje por derrumbar un sistema. Cuarenta años ser comunista por las lectura de Marx, Lenín, Mao, Fidel, Ernesto Cardenal figuras demasiados míticas en la cotidianidad absorbente e intelectual de libros y leyendas de sus vidas. Fui alienado con sus historias y origenes de sus procesos de rebeldía ante el aparato realista de los que administran poder.

Justo en ese transcurrir de los idealismos las revoluciones se fueron dando en el planeta cuando llegaría con tal contundencia a nuestro suelo y quienes lideraban la guerra de los mutismos de la sociedad.
Pasaron los años y se fue desgastando en municiones y matanzas saqueos secuestros el ideal máximo de conquistar el tesorero del nuevo sistema, se iba diluyendo los tiempos en la selva y los llantos se hacian oscuros e intrasparente en el pensamiento porque existía la duda de la revolución para el pueblo solo era un sueño que estaban en los libros de científicos en las ligas de París en los artesanos en los adoquines tropezaban par ir a la reuniónes clandestinas de estos oradores metabólicos del aparato estatal. El feudalismo, la Democracia sigue imperando en los pueblos de pies descalzos de kilómetros de angustia en la zozobra del tiempo. Ya las canas sucumben como espantajos y la música de la vejez impiden mis lagrimas y solo escucho las voz del proletariado sin ideología sin creencia y sin dioses, el escepticismo rueda por las calles de mi barrio.
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