Ese día cambio el
mundo y los prismas de la vida.
Las lluvias plenas de alegrías
corrían por los canales de nuestro amor.
Ni la muerte sería posible
arrancar del ser, la añoranza de los sentimientos impregnados en los genes; trasmitidos
por la locura de la existencia.
En la antagónica rutina
de las calles y callejones donde la inocencia dio un vuelco al destino.
Mientras sólo si tú mueres primero, no voy a
tu entierro. Sin epitafio en la tumba, volará el polvillo por el cosmos, sembrado
la desidia de la libertad. Entonces se rompe el hechizo
fuerzas poderosas, en el interior del planeta unieron los espiritas,
cabalgando invisibles por mucho tiempo por los atajos impuros de las esquinas putrefactas.
Ciego al no verte mancille mi tristeza vagando ingénito por la Tierra.
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