
Al despertar la gota de sudor caía, simbolizando que el invierno está cerca y la piel blanca de tu cuerpo despejaba la agonía de las últimas canciones de la radio.
El amor y la lluvia unían mis sentimientos en tu boca de jazmín al rodar la melancolía del día. Allá en la Montaña de Nepomuceno ardía en medio del fogaje de las mujeres que con sus senos puntiagudos hacían deslumbrar a los hombres en aquel kiosco sin sentido. La apatía de los que miraban a los micos, al saltar en los escombros del árbol Nin.
Población alejada de la manía de la urbe, en las esquinas nostálgicas de la tragedia del ser, al marcar el destino de la humanidad.
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