Sin embargo la intranquilidad
en las noches agobiaron el estado noctámbulo de mi vida.
Pensar que alguien reclamará tocar tu piel me enfurecía, era incapaz de inventariar mi equilibrio.
Cuál descaro acompañaba mis resentidas ideas del amor.
Utopías que en la realidad de los asuntos sentimentales infundian la plasticidad de la ironía de la venganza y el odio.
Ramas del quehacer intrínseco de la existencia. Egomanias de la empírica circunstancia de la negligencia del ser.
Dónde ubicar este amor en los portillos de una habitación sin cerrojo al compás de la luna plasmada de antigüedad.
Utopicas sensaciones aguardaban en una cama alejada de los ruidos urbanos.
Ese umbral invitó al suicidio infinito del amor.
Ahora tendría que ir a los laberintos de una serranía olvidada por el tiempo.
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