Las madrugadas se
hicieron agobiantes. Los muchachos de la 111, nerviosos consumieron la dosis
del virus. Keeping house de la avenida
séptima, fue clausurada. Los códigos
rojos con ahínco sonaron por todo el proyecto. Las multitudes con la epidemia,
desbocaban los sonidos nostálgicos de la protesta, ahí los capataces desperdiciaban sus talentos en consolar a los gringos, por la demora de las labores, cogieron la costumbre decente, de prenderles los cigarros de marihuana
en las habitaciones eléctricas; donde los maricones hacen festín con la
boca llena esperma. Así los acontecimientos de ese tiempo, solo tenía eco en la
misma prensa acomodadas a las opiniones de los yanquis.
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