Los ojos
seguían
sin luz
interior
su
existencia palpita
con las
horas del día
brillan en
el éxtasis
de los
narcóticos
que oprimen
las
emociones alucinantes
Libre en
medio
de una
tiniebla
de colores
pasajeros
Sólo su
espacio
le permite
cantar
la
melancolía de las calles
en el vaivén
de amores
fugitivos
Esos sonidos
abrazan
el
crepúsculo
en
imperceptibles lagrimas
que ignoran
la sequedad
del alma
Un milagro en las creencias
de los
templos
que ilumina
su existencia
suben el
extremo
de su
tragedia
Esta vieja
iglesia
la santa del
pueblo
la Magdalena
infinita de los ríos
orante, en
las habitaciones sombrías
cuya
polvorientas nostalgia
aclama un
cielo sin Dios
Es la
tristeza
de la
oscuridad
Allí va un
lazarillo
Vislumbrante
en la
sagacidad de la
mente y la locura.
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