Aún el
cansancio en horas suicidas, influía en las mínimas decisiones de mis
pensamientos. La utilidad de morir como
un digno representante del homo sapiens; tener el cuerpo podrido sin alma, me
aterrorizaba.
Esos
momentos de frustración. Intimidades visibles.
Sufrir depresiones, orgullo, celos,
lujuria angustias instintivas en la deformación de los axiomas espirituales
que edifican la existencia.
Friccionar las premisas sociales de unas creencias
ateístas que no supe manejar por la
mediocridad amoral de mis deformaciones
interiores, sostenerlas través del tiempo
sin culpabilidad y arrepentimientos fue
un caos en mi pequeño mundo, hombre rastrero e inútil. Solo
queda arrodillarse ante el ritual. Orar inclinado hacia las grandes cumbres de
la meditación y la oración. La masa gris
del pensamiento, horizonte crepuscular del ser. Allí espero ambas verdades la vida y
la muerte, amen.
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