Entonces todo quedó ahí.
Sin escribir el final.
Cuál era el final sino tu despedida fue lo mejor que pudiste decidir.
Periférica a los mutismos.
Olvido y resignación.
Ahora leyendo los robles, del gran poeta,
calmo mi ansiedad en estos banquillos de las plazas.
En la parte baja del poema,
el canto del pajarito de la terraza.
No permita los excesos,
en tus sentidos.
Así la pasión sin agresión;
duerme abierto de pata
viendo los suyos en los sueños
y una ternura en tus besos.
Allí en las cenizas sin fin del abuelo.
Nunca despertaremos a esos sueños
fue una ley profunda de los vientos.
Por dónde andará.
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