Una pistola en la sien. Instante de esquizofrenia, pánico y dolor. Quede quieto,
indefenso, primitivo.
Mirando sus ojos entre la oscuridad, partieron sin rumbo.
Solo el destino sabrá el recorrido de su psicopatía.
Quedaba caminar hacia la carretera donde unos lavadores de carros me
miraron sin escepticismo, y continuaron su labor rutinaria.
Llegue donde unos
obreros reparaban unas cloaca de la ciudad, la mierda salía de una manguera y
rodaba por un hueco con destino a las casas que se hallaban en el otro extremo
de la construcción de unos edificios.
Después de ser conducido a la estación de taxi, que me llevaría a los suburbios.
La monotonía de aquel asalto y el robo de esa máquina de conducir, me
volvió más taciturno, más confiado del prójimo no tenía ninguna clase de
resentimiento por el mundo, así es el peligro, y lo asumí sin remilgo y lamentaciones
bobas y estúpidas.
Todo sucedió llegaron los agentes del orden tomaron las
huellas respectivas, nombre del asaltado, propietario de la motocicleta, dirección , vivienda, foto de los posibles
delincuentes.
Huellas dactilares, si era negros o de otro color yo les
dije que eran negro, no de otro color, todos bromearon.
Como sufro de noctambulismo me fue fácil ese acontecimiento, broto de mi cuerpo el
germen de la viruela, estaba de moda ese virus, era normal padecer por esa época el oscurantismo de esos granillos desde mi lengua hasta el ano.
Estallo sin contemplación. La ira por unas preguntas y respuestas, en
una oficina de policía.
Me arropó con todo el moralismo ciudadano.
Al fin al cabo, todo estaba dicho, lo de siempre el sucio despertar y la luz
del día. Esperando recorrer con otro vehiculo, la periferia.