El perro y el gato son mis compañeros, cuando llego en las madrugadas, mi perro con sus patas, quiere derrumbar la puerta del patio; solo lo acaricio y lo contento.
Con un pedazo de pan, el gato observa los movimientos y brinca de un lado a otro y esas cosas llenan mi alma de regocijo. Doy gracias a la vida por tenerlos cerca de mis emociones: volátil, maniática e insegura; ahí se establece una comunicación sin raciocinio, inversa a la razón y soy feliz.
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