Evitar tus axilas,
donde los besos reposan.
Lamo el sudor que inquieta tu boca.
Por las aceras de la gran ciudad.
La fe se sostiene,
en un punto frágil en el sudor imperativo.
La madrugada,
empapada de dolor,
lava los platos y pocillos
y en el autobús,
roban el porvenir del mínimo.
Aplican a los muertos la pandemia,
los ladrones asaltan en la pradera.
¿A quién buscar en la urbe de los besos?
Todos reunidos en un solo destino,
cantan los sonidos de la eternidad
Y ese salmo profético
permite abstractas imaginaciones.
Un perdón en tu habitación.
Permite este juego triangular.
El adultero promocióna,
un día a la vez su limpieza.
¡Mírenlo carita de yo no fui!.
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