Hoy la existencia es un canto triste.
La nada,
victoria en el iris. Te miro.
Ay, de las lluvias mínimas, las gotas contradictorias del verano.
Huyes por la raíces de los árboles, blasfemo a un dios sin esperanza.
Ahora pronto apareces pegada al sexo.
La saliva rueda por el piso y el orgasmo huele a las decrepitudes de la boca.
Hermandad dice los tímidos
de los barrios dónde la pobreza
es un delirio de las flores marchitas.
Mataste la serpiente y la echaste nuevamente al vergel putrefacto
de los lirios.
Inocente vas y chupas
en la madrugada la neblina
de las calidas ausencias.
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