En la vaguedad de las horas
hay tiempo para abrir la puerta.
En los pisos dormirán con hambre,
todos vendrán y partirán por las aceras no habrá lucha de clases.
Y sus caras envejecerán por la luna, lloran somnolientes con la vulgaridad del hambre y el depósito del rencor.
Se cumple la sentencia:
Cuando las bocas en el crepúsculo
no se pierden en el vértice.
Los día permutan en las entradas de los pueblos.
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