Huir hacia nuevas tierras. He pasado estos días meditando el rumbo de esta marcada decepción de creer en si mismo. Las huecas cicatrices de esas riberas escondidas en el matorral que se revientan por el ojito de agua de las tres Marias.
Probamos quedarnos atrás del hotel de verano. La recepcionista sonríe y su picardía se extiende por todas
las habitaciones de ese monasterio.
La brisa alocada de los restaurantes le armoniza el hábitat. La luna de ilusiones.
Así se puede observar los asteroides en el infinito de una deidad inventada en las plazas de los pueblos.
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